El propósito eterno de Dios

Serie: Dogmática Escritural, Dios y Su Palabra.

Pregunta 42: ¿Cuál es el fin principal de Dios con Su creación?

Dios le place darse a conocer

Porque la idea del pacto es esencialmente una relación o vínculo de amor y de amistad entre los miembros de la Trinidad y luego entre Dios y Su pueblo en Cristo Jesús, se sigue que este pacto hacia nosotros debe ser un pacto de pura gracia, por el cual podemos conocer y gozar del único Dios verdadero y de Su vida pactual que Él goza en sí mismo. Es inimaginable el pensar cómo criaturas, las cuales somos, pueden entrar y gozar de dicha bendición de tener una bendita comunión con el Dios verdadero, más si dichas criaturas son criaturas pecadoras lo cual hace de esto un asunto imposible, a menos que Dios de Su voluntad determine tomarnos para sí mismo y para la alabanza de Su gloria, concediéndonos en Su consejo eterno al Señor y Salvador para ello.

Como bien lo expresa Henry Danhof al decir;

“Es imposible para el hombre disfrutar de Dios en su infinita exaltación. La adoración de Dios sólo es posible si Dios condesciende al hombre y lo eleva para sí mismo.” [1]

Y en las palabras de W. a Brakel,

“[Pues] Al Señor le plació crear criaturas con el fin de comunicarles Su benevolencia y consecuentemente hacerlos partícipes de la felicidad [que es Dios en sí mismo].” [2]

Por lo tanto, si podemos conocer y adorar al único y verdadero Dios de toda la creación es porque a Él le ha placido el darse a conocer haciéndonos partícipes de la clase de vida que Él goza en sí mismo por toda la eternidad, y esto sólo porque de Su voluntad así lo ha querido.

Dios le place darse a conocer en el grado y la forma más alta posible y concebible

Dios le place darse a conocer para que como criaturas que somos y debido a Su gracia salvadora, podamos contemplar por la eternidad toda la belleza de Su ser la cual es majestuosa y adorable. Nuestras Confesiones están en lo correcto cuando ellas enfatizan una y otra vez que la razón y el propósito principal de todas las obras de Dios es Su propia gloria, pues todo lo que Dios hace siempre es para la alabanza de Su propio Nombre (Romanos 11:36).

De este modo vemos que la voluntad de Dios con Su creación es siempre Su auto-revelación lo cual es Su auto-glorificación, es decir, la revelación de todas Sus gloriosas y benditas virtudes en la medida más grande y en el plano más alto posible y concebible para una criatura como nosotros. Así, el Dios Trino desde la eternidad y por el libre afecto de Su voluntad (Efesios 1:11; 3:11), ha determinado y creado todas las cosas para la manifestación de Su gloria y Su vida pactual que Dios goza en sí mismo entre los miembros de la Trinidad, revelando y compartiendo así Su pacto fuera de sí mismo y formando para sí un pueblo el cual tendrá un lugar muy especial en la comunión de la familia divina (Juan 3:35; 5:21; 17:1-8, Mateo 11:27). De este modo vemos que el propósito eterno del Dios Trino es revelar Su propia vida de pacto en el grado y en la forma más gloriosa posible y concebible que es en la Persona y obra de Jesucristo, Señor y Rey de toda la creación (Salmo 2:6; 110:1, Daniel 7:14, Mateo 28:18, 1 Corintios 8:6; 15:25, Efesios 1:20, 1 Pedro 3:22) estableciendo así la relación de pacto de amistad entre Él y Su pueblo electo en Cristo Jesús para la gloria del Trino Dios (Filipenses 2:10-11).

Por esta razón Cristo (como el siervo de Jehová) viene a ser el Señor y primogénito de toda la creación, como también el primero y el fin supremo en el eterno consejo de Dios, tal como lo vemos en Colosenses 1:15-20;

“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.”

Herman Hoeksema (1886-1965) hablando sobre este texto dice lo siguiente;

“Él es Cristo, el Señor. Él es el Señor del cielo y de la tierra. El Señor de Dios es Él, el Cristo, ordenado por Dios desde antes de la fundación del mundo. Cristo es el primogénito de toda criatura y el primogénito de los muertos. Todas las cosas fueron creadas con la mira a Él, a su revelación, a su gloria final y gran victoria. Él es el Alfa y el Omega. No existe nada que exista, nada que se mueva, nada que se desarrolle, nada que suceda —ya sea luz o oscuridad, pecado o gracia, diablo o anticristo, vida o muerte, enfermedad o salud, prosperidad o adversidad, alegría o dolor, guerra o paz, o ángeles, principados o potestades, nada en el cielo, en la tierra o en el infierno existe o actúa excepto para Él. El mundo es sustentado y gobernado por Él. Todas las líneas de la historia convergen en Él. Él es el centro de todas las cosas, la razón de todas las cosas, el eje en el que giran todas las cosas, a fin de que en Él y por medio de Él todas las cosas puedan ser para la alabanza de Dios que las creó.” [3]

Por lo tanto y según el consejo de Dios antes de la fundación del mundo, todas las cosas creadas por Dios e incluso la misma caída de la raza humana en Adán, deben obrar juntamente para la realización y consumación de la gloria de Dios y la exaltación de Su Nombre como la revelación de Su pacto de gracia, que es el propósito y el objetivo Supremo de Dios para Su creación (Hebreos 2:8-18, 1 Pedro 1:17-21, Romanos 8:17, 28-30, Tito 3:7, Hebreos 6:17).


[1] Henry Danhof, The Rock Whence We Are Hewn, página 30.
[2] Brakel, Wilhelmus à, The Christian's Reasonable Service, Vol 1 página 194.
[3] Herman Hoeksema, An Exposition of the Heidelberg Catechism, In the Midst of Death, página 28.