Primero, es importante entender que todas las filosofías (o cosmovisiones) comienzan necesariamente con un primer principio indemostrable o punto de partida, es decir, un axioma del cual todo lo demás se deduce. Una consistente cosmovisión Cristiana afirma que el punto de partida epistemológico es que solo la Biblia es la Palabra inspirada, infalible e inerrante de Dios, y ella tiene el monopolio de la verdad (Juan 17:17; 2 Timoteo 3: 16-17; 1 Timoteo 6:3-5). Los 66 libros del Antiguo y Nuevo Testamento son auto-comprobados y auto-autentificados por ellos mismos. La Escritura se posiciona en juicio sobre todos los libros e ideas, y no es juzgada por ninguna persona o cosa. Sólo la Biblia es la Palabra de Dios. Este es el principio de la Reforma de la Sola Scriptura.

Una epistemología Cristiana no comienza su enfoque sistemático de la teología y la filosofía con una discusión de si hay un dios o cómo sabemos que hay un dios, para luego tratar de probar que este es el Dios de las Escrituras. El punto de partida de una verdadera epistemología Cristiana es la revelación. La doctrina de Dios viene después de la epistemología. Esta es la razón de por qué la Asamblea de Westminster comenzó su estudio de la teología sistemática con la doctrina de la revelación. El capítulo 1 de la Confesión de Westminster tiene que ver con nuestra fuente de conocimiento: “la Sagrada Escritura”. Luego los siguientes 32 capítulos de la confesión se construyen en el axioma de la revelación bíblica.

Esta fue también la visión de Juan Calvino. Él comenzó su Institución de la Religión Cristiana, con la siguiente declaración:

“Casi toda la sabiduría que poseemos, la que es, en definitiva, verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos partes: el conocimiento de Dios y el de nosotros mismos. Pero, al tratarse de dos conocimientos relacionados, es difícil discernir cuál precede a cuál. ” ~Calvino, Institutes I :1:1.

Según Calvino, sin el conocimiento de uno mismo, no hay conocimiento de Dios. Pero para saber de uno mismo (y de todo el mundo en general), primero tiene que haber un conocimiento de Dios. Dios es conocido, tanto mejor, y antes, de uno mismo o de cualquier otra cosa. Calvino también comenzó su teología sistemática con la epistemología. Su punto de partida fue la revelación divina.

Los críticos de esta cosmovisión Cristiana a menudo reclaman que esto es “asumir el punto inicial” sin probarlo antes; es decir, que se asume lo que se debe demostrar.¿Cómo podemos decir que creemos que la Biblia es inspirada, y por lo tanto verdadera, solo porque ella hace tal reclamo de que es inspirada y verdadera, y luego ir a decir que hemos de creer el reclamo porque la Biblia es inspirada y verdadera? ¿No tenemos primero que probar que la Biblia es la Palabra de Dios?

Es, por supuesto el caso, que no todas las afirmaciones son verdaderas. Hay numerosos testigos falsos. Pero difícilmente se puede negar que la Biblia reclama ser la Palabra inspirada de Dios (ver Juan 10:35; 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1: 20-21). Y esto es significativo. Sin duda, es un reclamo que muy pocos escritos se atribuyen para ellos mismos. Del mismo modo, se estaría muy lejos de ser justificable decir que la Biblia sería la Palabra de Dios si se niega al mismo tiempo la inspiración, o tal vez, incluso si se tratara de hacer un silencio sobre el tema. Pero es una posición muy plausible el tomar e insistir ante todo la primera y principal razón por la que creemos que la Biblia es la Palabra de Dios inspirada, que es, que ella reclama ser sólo eso; la Palabra de Dios inspirada.

En segundo lugar, la respuesta (ad hominem) a la crítica presentada es que todos los sistemas deben comenzar con un axioma indemostrable. Sin tal postulado ningún sistema jamás pudiera empezar. “asumir el punto inicial”, en este sentido, o amplio a la expresión, no es una idiosincrasia del cristianismo. Es la situación en la que todas las filosofías y teologías se hayan ella mismas.

Si se pudiera demostrar la proposición de que la Biblia es la Palabra de Dios, entonces la proposición no sería el punto de partida. Habría algo incluso antes de la Escritura. Sin embargo, según la Escritura, no hay fuente mayor de verdad que la propia auto-revelación de Dios. Como bien dice el autor de Hebreos, “(Dios) no pudiendo jurar por uno mayor, juró por sí mismo,” (Hebreos 6:13). Las Escrituras, por lo tanto, no pueden ser deducidas por ningún principio superior a ellas. Son, como enseñó Calvino, auto-comprobadas y auto-autentificadas. Él escribió:

“Pero ellos se burlan del Espíritu Santo cuando preguntan: ¿Quién nos puede convencer de que estos escritos vienen de Dios? ¿Quién puede asegurarnos que la Escritura ha llegado completa e intacta hasta nuestros días? Por lo tanto … La prueba soberana de la autenticidad de la Escritura procede de la persona de Dios que habla en ella. Los profetas y los apóstoles no se jactan en absoluto de su inteligencia o saber, ni de lo que merece crédito a los ojos de los hombres, y no insisten en las razones naturales. Para ser convincentes y captar la atención, ponen por delante el santo nombre de Dios, para que por ellas todo el mundo deba ponerse en obediencia ante Él.” ~Calvino, Institutes I:7:1, 4-5.

La Confesión de Westminster (1, 4) lo dice de esta manera:

La autoridad de las Sagradas Escrituras, por la cual deben ser creídas y obedecidas, no depende del testimonio de ningún ser humano o iglesia, sino enteramente de Dios (quien es la Verdad en sí mismo), el Autor de ellas, y por lo tanto deben ser recibidas porque son la Palabra de Dios.

Y Jonathan Edwards comentó que la Palabra de Dios no “va mendigando por su evidencia, -como algunos piensan- Ella tiene la evidencia más alta y más adecuada en sí misma.” ~Jonathan Edwards, The Works of Jonathan Edwards, revised and corrected by Edward Hickman (Carlisle: The Banner of Truth Trust, 1984), I:293

Uno, entonces, debe aceptar la revelación especial de Dios como un axioma, o no hay conocimiento posible en absoluto. En palabras de Clark:

“un punto inmediato, tocando tanto en la epistemología y la teología … es la imposibilidad de conocer a Dios de otro modo que por revelación … ya sea que la revelación debe ser aceptada como un axioma o no hay conocimiento de Dios en absoluto.” (Gordon H. Clark, An Introduction to Christian Philosophy (Jefferson: The Trinity Foundation, 1968, 1993), 60; now included in Christian Philosophy, 299-300, and Clark and His Critics, 53-54.) 

Además, en la epistemología cristiana, no existe una dicotomía entre la fe (revelación) y la razón (lógica). Estos dos van de la mano, ya que Jesucristo es el Logos, quien revela la verdad. El cristianismo es racional, porque Cristo mismo es la lógica. La Razón y la Sabiduría de Dios encarnada (Juan 1: 1, 1 Corintios 1:24, 30; Colosenses 2:3). Al ser creado a la imagen de Dios, el hombre puede razonar; él puede pensar de manera lógica, porque Dios le ha dado esta habilidad innata.

Esta habilidad dada por Dios permite que los hombres puedan entender las proposiciones reveladas en las Escrituras. Es necesario creer en algo, como un punto de partida axiomático, con el fin de entender cualquier cosa. Para razonar correctamente, uno debe tener una base sobre la que se basa todo. En la cosmovisión Cristiana (el racionalismo cristiano), el conocimiento viene a través de la razón (es decir, la lógica), no del razonamiento (como puro racionalismo). A diferencia del puro racionalismo, la cosmovisión Cristiana se coloca sobre el fundamento de la revelación bíblica. Como se señala en el dictamen de Agustín: “Yo creo con el fin de entender.”

W. Gary Crampton

Tomado de The Trinity Foundation
Título en inglés: Christian Epistemology

photo credit: hodge via photopin cc

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