De lo alto de la gloria a la profundidad de la miseria

El evento mas trágico y significativo del hombre posterior a su creación y del cual en el día de hoy no se presta nada de atención por la misma raza humana, es sin duda su caída en pecado. Pablo describe esta tragedia la cual afectó todo el universo, de la manera siguiente; “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12).

Este evento explica no sólo la miseria en la cual el hombre se ha arrojado así mismo, sino también la miseria en la cual el mundo mismo se encuentra. El pecado en sí sujeta todo a perdición. Esto no significa que el pecado tenga una existencia y una independencia propia en sí, la esencia del pecado es el transgredir un mandato divino, es decir, “el pecado es la infracción a la ley de Dios” (1 Juan 3:4), y puesto que el hombre transgredió el mandamiento de vida en el paraíso, así la muerte entró al mundo.

En nuestra Confesión de fe Belga lo expresamos de la manera siguiente; “Creemos, que Dios ha creado al hombre del polvo de la tierra, y lo ha hecho y formado según Su imagen y semejanza, bueno, justo y santo; pudiendo con su voluntad convenir en todo con la voluntad de Dios. Pero cuando anduvo en honor, no lo entendió él así, ni reconoció su excelencia, sino que por propia voluntad se sometió a sí mismo al pecado, y por ende a la muerte y a la maldición, prestando oídos a las palabras del diablo.”

Es así que vemos que instigados por la mentira y por medio de nuestra propia voluntad en Adán, toda la raza humana como uno nos sometimos a sí mismo al pecado y a la miseria de éste, y por consiguiente a la misma muerte y a la maldición. Zacarías Ursino en su comentario a nuestro Catecismo de Heidelberg, dice lo siguiente sobre este punto: “Podemos ver desde qué altura de dignidad a qué profundidad de miseria hemos caído por el pecado.” De este modo vemos que la caída de Adán fue de lo alto de la gloria misma de Dios en el Edén a la profundidad de la miseria misma del pecado, trayendo con ello muerte al mundo entero en su caída.

El buen consejo de Dios en la caída del hombre

Sin embargo en este evento trágico y significativo para toda la raza humana, el buen consejo de Dios ocupa preeminencia en todo lo ocurrido no siendo Dios el autor responsable del pecado sino mas bien el Sabio arquitecto que con Su mano poderosa ordena y gobierna todas las cosas para Su propia gloria como también para el bien de los Suyos en Cristo Jesús. Es así que a través del conocimiento de lo que no es Dios y contra Dios, la gracia y la justicia divina es magnificada y exaltada. Como bien lo expresa Herman Bavinck al decir que; “Tras la caída de Adán y Eva, un principio dual inmediatamente tomó efecto; ira y gracia, justicia y misericordia.” [1]

Son la perfecciones de Dios que se ponen en despliego en Su creación, revelando con ello Su propósito eterno que es la exaltación de Su gloria y majestad por medio del conocimiento de Su Santidad. Así, y en las Palabras del apóstol Pablo; “la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad [solamente], sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” Pues sabemos que; “Se siembra en corrupción, [y se] resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, [y se] resucitará en gloria; se siembra en debilidad, [y se] resucitará en poder.” como también sabemos; “que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús,” y  todo esto para la gloria de Su Nombre (Romanos 8:19-21, 11:36; 1 Corintios 15:42-43, 2 Corintios 4:14).  

Henry Danhof dice los siguiente sobre todo esto;

“El amigo de Dios (Adán) falló en el mandamiento probatorio. Bajo la influencia de la tentación, él fue defectuosamente engañado a convertirse en enemigo de Dios. En el corazón del hombre, en la elección de su propia voluntad, el pacto de amistad entre Dios y él fue roto por completo. Sin embargo, es evidente ahora que el pacto de amistad en sí no era del hombre sino de Dios. El hombre pudo quebrarlo en su propia voluntad, es decir, por la elección de ella, pero esto no anuló el pacto de amistad en sí. Dios es mayor que el corazón del hombre. Su causa no depende de la elección del hombre. Al contrario, la elección del hombre siempre depende de la voluntad de Dios. La voluntad de Dios es el pacto. Por consiguiente, según el beneplácito de Dios, antes que Adán cayese, ya Cristo estaba de pie, compañero inamovible de Dios, y que en Él el pacto de amistad del Señor con el hombre es siempre firme.

Así, de la gracia que surge en Cristo, Dios realiza Su pacto de amistad con el hombre contrariamente a la voluntad pecadora de éste, y se mueve hacia una voluntad santificada futura, para que de este modo el hombre llegue a ser eternamente amigo y compañero de Dios.” [2]

Por lo tanto, la caída de Adán se llevó a cabo de acuerdo con el consejo de la voluntad de Dios a fin de que a través de esa caída el camino pudiese ser abierto para la venida del segundo Adán, el Señor de los cielos y quien tenemos firme permanencia a una vida sin tropiezo en la gloria de nuestro gran Sabio Dios.


[1] Herman Bavinck, Reformed Dogmatics, AV página 394. 
[2] Henry Danhof, The Rock Whence We Are Hewn, página 22.