Los decretos de Dios: introducción

Serie: Dogmática Escritural, Dios y Su Palabra.

Pregunta 43: ¿Qué son los decretos de Dios?

La gloria de esta doctrina

Luego de haber considerado en un breve estudio la fuente de la revelación de Dios que es Su Palabra y la cual nos llevó a estudiar sobre Su propio Ser, Sus Nombres, Sus atributos y las Personas y propiedades personales de quienes gozan eternamente esta misma esencia divina, como también el principal propósito de Dios para Su creación que es siempre Su auto-revelación lo cual es Su auto-glorificación, es decir, la revelación de todas Sus gloriosas y benditas virtudes en la medida más grande y en el plano más alto posible y concebible, ahora nos toca hablar sobre los actos inmanentes de Dios según Su buen consejo, como también de Sus obras providenciales en Su creación por la cual es llevado a cabo Sus propósitos eternos.

Sin duda que el cristianismo en sí siempre ha creído en esta doctrina fundamental de las Escrituras aunque existan ciertas oposiciones al tema. Louis Berkhof (1873-1957) hablando sobre quienes se oponen a esta doctrina dice lo siguiente;

“Naturalmente, la teología arminiana no coloca los decretos de Dios en lugar prominente [como lo hace correctamente la teología Reformada]. Por lo general, se acostumbra que los decretos brillen por su ausencia.” [1]

Es esta doctrina precisamente la que revela la voluntad Soberana de Dios como también Su Sabiduría, por los cuales Él ha determinado todas las cosas que son, que han sido y que serán en Su creación, en la historia de la humanidad y en la salvación de Su pueblo electo el cual será formado a la imagen de Su Hijo Jesucristo según Su propio pacto de gracia y para la alabanza de Su Nombre. Como lo diría Teodoro VanderGroe (1705–1784) cuando dijo que;

“Dios particularmente [en cada criatura], como origen y causa suprema, completamente gobierna y dirige Su criatura en armonía con Su voluntad, para que tanto en cuerpo como en alma la criatura funcione dependiente de Dios, en y por medio de Dios y de acuerdo a la voluntad de Dios. Según Su consejo y Su voluntad soberana, Él es el único operador en la criatura ya que ni siquiera existe el poder mínimo en la criatura para resistir esta voluntad de Dios.” [2] 

Henry Danhof, en su libro Sin and Grace (Pecado y Gracia) dice que;

“Los Reformados usualmente designaron la gloria de Dios como el propósito supremo de la voluntad de Dios. Anteriormente hemos tratado de definir esto con más exactitud hablando de ella como ese vínculo o relación pactual de amistad que gozan los miembros de la Trinidad. El concepto de la gloria de Dios es muy abstracto y no tiene contenido alguno para nuestros pensamientos sin antes es aclarado. Esto llega a ser algo muy distinto cuando consideramos que Dios es el completamente Bendecido. Él es plenamente Bendecido como el Dios que vive Su vida de amor como el Dios Trino que Él es y como el Dios del pacto que Él es por la eternidad. Dios es el Dios del pacto. Su pacto que Él vive y goza en sí mismo revela y exhibe las riquezas y gloriosas virtudes perfectas de la eterna relación de compañerismo que existe entre los miembros de la Trinidad.” [3]

Dios no solamente gobierna y dirige todo lo existente en Su creación según Su consejo eterno y voluntad Soberana, sino también para Su propia gloria y honor. Y ya que “Sus decretos determinan lo que será hecho… porque no hay nada más alto que Su voluntad” [4], Su gloria y honor es siempre el fin supremo en el consejo eterno de Dios.

El consejo eterno del Trino Dios

La manifestación de esta voluntad Soberana de Dios es desarrollada en toda la creación sin espacio alguno a la azar o a la suerte ya que todo lo que ocurre en la creación y en la historia misma está bajo el control Soberano de Dios. Para tal acto inmanente y para dicha obra providencial de Dios la Escritura utiliza las siguientes palabras;

  • Consejo, es decir, “Su Consejo eterno” enfatizando con ello que son los propósitos y las deliberaciones de las tres Personas de la Trinidad que es llevado a cabo en la historia de la creación (Salmos 33:11, 73:24, Hechos 4:28).
  • Deseo, es decir, “Su buen gusto o complacencia” enfatizando con ello que los decretos de Dios no dependen de nada ni de nadie sino sólo de Dios mismo. Los decretos de Dios son libres e independientes de las acciones de los hombres o de cualquier criatura. Dios decreta todas las cosas y todas las cosas son llevadas a cabo porque así le agradó a Él hacerlo (Salmo 115:3, 135:6, Isaías 46:10, Mateo 11:26, Lucas 12:32).
  • Propósito, es decir, “Su propósito eterno” que demuestra que sus decretos no son arbitrarios, es decir, que actúa injusta o caprichosamente sino que todos tienen Su Sabiduría y Su gloria como meta final (Salmo 138:8, Efesios 3:11, Romanos 9:11).
  • Voluntad, es decir, “Su buena voluntad” lo que significa que sus decretos no son meramente actos al azar, o reacciones a ciertas circunstancias inesperadas sino mas bien son los pensamientos perfectos de la mente del Dios vivo (Romanos 1:10; Efesios 1:5).
  • Determinación, es decir, “Su determinación eterna” enfatizando con ello la importante verdad de que sus decretos son fijos e inmutables, que no cambian (Romanos 8:29, 1 Corintios 2:7).
  • Predestinación, es decir, “Su predestinación” lo que enfatiza Su Sabiduría, Consejo y Deseo en la ordenación de todas las cosa según el puro afecto de Su voluntad (Romanos 8:29, 1 Corintios 2:7, Efesios 1:5).
  • Decreto, es decir, “Su decreto Soberano” recordándonos con ello que Dios determina todas las cosas como el gran Rey que Él es, el gran Soberano Creador y Señor de los cielos y de la tierra (Salmos 2:7).

De este modo vemos que según las Escrituras los decretos de Dios son el fundamento último de todas las cosas que ocurren y que son llevadas a cabo en la historia de la humanidad, como bien lo expresaría Juan Calvino (1509-1564) al decir que;

“Quede claro, en primer lugar, que cuando se habla de la providencia de Dios, esta palabra no significa que Dios observa lo que se hace sobre la tierra desde una postura ociosa en el cielo. Está más bien como capitán de una embarcación que tiene el timón y dirige todos los acontecimientos. Y esto se refiere tanto a su mano [Omnipotente] como a sus ojos [Omnisciencia]; es decir, no solo ve la situación, sino que ordena lo que quiere que se haga.”

Esta doctrina fundamental de la Escritura produce en los verdaderos hijos de Dios no un rechazo a Su voluntad y consejo eterno sino un hermoso consuelo como una firme seguridad y confianza en el único Dios verdadero al saber que Él es nuestro Creador, Salvador, Proveedor, Sustentador y Gobernador, y que en Cristo, quien es nuestra justicia ante Él, estamos firme por medio de la fe en Sus propósitos eternos. Gloriosa seguridad es Cristo quien es sabiduría y poder de Dios para nosotros!

Por último, nuestra Confesión de fe dice; “Esta enseñanza nos da un consuelo inexpresable, cuando por ella aprendemos que nada nos puede acontecer por casualidad, sino por la disposición de nuestro misericordioso Padre Celestial que vela por nosotros con cuidado paternal, sujetando a todas las criaturas bajo su dominio, de tal manera que ni un solo cabello de nuestra cabeza (pues están todos contados), ni un solo pajarillo puede caer sobre la tierra sin la voluntad de nuestro Padre. De lo cual nos fiamos, sabiendo que Él reprime a los demonios y a todos nuestros enemigos, los cuales no nos pueden perjudicar sin Su permiso y voluntad.” [5]


[1] Louis Berkhof, Teología Sistemática, página 118. 
[2] Teodoro VanderGroe. The Christian's Only Comfort in Life and Death: An Exposition of the Heidelberg Catechism, Día del Señor 10, página 157. 
[3] Henry Danhof, Sin and Grace, página 167 
[4] William Perkins, A Puritan Theology, Doctrine for life. Joel R. Beeke & Mark Jones, página 117.
[5] Nuestra Confesión de Fe Belga, parte del artículo 13.