Ronald Hanko [1]

Muchos podrían disputar con vehemencia la enseñanza que dice que Israel es la iglesia del Antiguo Testamento y que por tanto el pacto de Dios con Israel es el mismo con el pacto que Dios tiene con Su iglesia en el Nuevo Testamento. Por esta razón nosotros —según ellos— tenemos que demostrar con sumo cuidado nuestras doctrinas de la Escritura.

Que Israel y la iglesia son el mismo pueblo de Dios está muy claro en la Escritura. El verdadero Israel en la Escritura no es aquel pueblo terrenal y carnal de una nación sino más bien las personas espirituales de Dios como lo es la iglesia del Señor.

En Romanos 9:6-8 la Palabra de Dios nos dice que “no todos los que descienden de Israel son israelitas.” Así la Escritura hace una distinción muy clara entre aquellos que son sólo de Israel y aquellos que verdaderamente son el Israel de Dios. Cada uno que pertenecía a la nación de Israel era de Israel pero sólo aquellos que nacieron por el poder de la promesa de Dios (nacidos de nuevo por la Palabra viva de Dios) eran contados como la verdadera descendencia de Dios, es decir, como hijos de Abraham e hijos de Dios. Todos estos eran un pueblo espiritual.

Romanos 2:28-29 confirma esto de una manera notable. Estos textos dicen claramente que no son judíos quienes son judíos de forma exterior. Una persona es un verdadero judío en lo interior, es decir, uno que ha sido circuncidado en el corazón y el espíritu (comparar con Col. 2:11).

Esto debe significar, de acuerdo con la definición bíblica sobre un judío, que incluso los creyentes gentiles que no son judíos físicamente son contados como hijos de Abraham y por lo tanto como verdaderos Israelitas. Eso también lo enseña la Escritura. Romanos 4:11-16 deja muy en claro que Abraham no sólo es el padre de los judíos creyentes sino también de los gentiles creyentes. Él es el padre “de todos nosotros”, es decir, de un pueblo espiritual compuesto de judíos como de gentiles. Gálatas 3:7 lo dice claramente: “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.

De hecho, el Nuevo Testamento deja muy en claro que los creyentes gentiles son más judíos y están verdaderamente circuncidados que los propios descendientes incrédulos de Abraham. Aquellos que son judíos sólo según la carne son llamados en Filipenses 3:2 “malos obreros” o meramente “mutiladores del cuerpo,” porque aunque exteriormente están circuncidados no lo están espiritualmente. Jesús también dejó muy en claro de hecho que algunos de los judíos ni siquiera eran verdaderos hijos de Abraham ni hijos de Dios (Juan 8:33-41). Por el contrario, son los Filipenses quienes eran meramente gentiles los llamados de “la circuncisión“, ya que “en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.“(v. 3).

Hay otros pasajes que enseñan esto también. Gálatas 4:1-7 nos dice que la iglesia del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento es una por la comparación que hace de ella como una persona que crece desde la infancia hasta la madurez. En Gálatas 3:16, 29 nos muestra que sólo hay una descendencia espiritual: Cristo y los que son de Él. Y en Hebreos 12:22-24 identifica a Jerusalén, Monte Sion y la iglesia de los primogénitos como el mismo pueblo. Llegar a uno es llegar a todos.

Esta identificación de Israel como el pueblo espiritual de Dios es fundamental. Nuestra participación en todas las bendiciones y las promesas del pacto de gracia depende sobre esto. Sólo los verdaderos judíos tienen el derecho a las promesas y lo que fue prometido. Esas promesas no son para todos los que tienen el nombre ya sea de judío o Cristiano sino sólo para aquellos que creen. Un verdadero judío es aquel que realmente cree, cualquiera que éste sea. ¿Usted cree?


[1] Ronald Hanko, "One People of God", Doctrine According to Godliness páginas 173-174.
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