Por Ronald Hanko

Creemos haber demostrado a partir de la Escritura que los diferentes pactos que en ella se mencionan no son pactos separados, sino diferentes revelaciones de un único y eterno Pacto de Dios. Ahora, es nuestro deseo el resumir lo que hemos escrito previamente, al enumerar los diferentes pactos y lo que cada uno de ellos muestran acerca de sí mismos como una revelación propia de aquél único Pacto.

La primera revelación del Pacto fue entregada a Adán en el paraíso. Dicho pacto puede ser llamado El Pacto de Vida, dado que éste nos mostró lo que representaba el Pacto, nos reveló a Dios como el Señor soberano del Pacto y claramente delineó el lugar que le correspondía al hombre en el Pacto (Gén. 1-2; Os. 6:7).

La segunda gran revelación del pacto se le dio a Adán posterior a la caída. Este pacto puede ser llamado El Pacto de la Promesa. En este caso nos reveló a Dios como Aquél Dios fiel, que guarda el pacto y lo mantiene a favor de Su pueblo por el poder de su gracia soberana y redentiva (Gén. 3, esp. v. 5). En él, Cristo fue revelado como la simiente prometida, el gran sacrificio (v. 15, 21).

La tercera revelación importante fue designada a Noé. El pacto presentado a él, puede ser mejor recordado como El Pacto de la Creación. En él, Dios reveló el carácter universal de Su Pacto, en el que se incluye, no solo a los hombres, sino también a toda la creación (Gén. 9:1-17). Igualmente, en éste pacto, Cristo fue revelado como el Reconciliador y Señor de toda la creación (Gén. 9:15; 1:10).

La cuarta revelación fue hecha a Abrahám. Aquél pacto puede ser bien conocido como El Pacto de la Familia, puesto que en él se demostró con mayor claridad el hecho de que el Pacto de Dios se asemeja mucho a un Pacto Familiar (Gén. 15; Gén. 17). El Padre le revela a Abrahám a través de Su Hijo, que Él, Dios, sería el Dios de los creyentes y sus hijos.

La quinta gran revelación fue dada a Israel. Dado que la entrega de la Ley fue la principal característica de esta revelación, dicho pacto debería ser llamado El Pacto de la Ley. En él, Dios revela que la Ley y el Pacto no son contrarios, sino coexistentes el uno del otro (Ex. 19; Éx. 20; Gál. 3-4). Él le mostró a Israel que es la Ley la que define y establece los límites para nuestras vidas, como pueblo pactal de Dios.

La sexta y última revelación en el Antiguo Testamento fue entregada a David y puede ser recordada como El Pacto del Reino. En él, Dios revela especialmente la estructura organizada de Su Pacto (2 Sam. 7; Sal. 89), así como el único lugar de Cristo como el Señor soberano y la Cabeza del Pacto.

Por último, todo el Nuevo Testamento se denomina a sí mismo El Nuevo Pacto, no por ser un pacto completamente diferente, sino por ser una nueva revelación del Pacto, no basada en tipos y sombras, sino en las realidades a las que éstos tipos apuntaban (Heb. 8). Aquí, finalmente, Cristo viene con todas sus bendiciones y cumple en sí mismo todos aquellos tipos y sombras.

Y aún esperamos por el día de la consumación del Pacto, cuando el Pacto sea realizado en toda su plenitud. Entonces, el tabernáculo de Dios estará con los hombres; Él habitará con ellos y estará con ellos como su Dios, y ellos serán Su pueblo (Ap. 21:3).


Ronald Hanko, "The Covenants Summarized", Doctrine According to Godliness páginas 183-184.