El Espíritu Santo

Serie: Dogmática Escritural, Dios y Su Palabra.

Pregunta 38: ¿Qué de la tercera persona de la Trinidad?

El Espíritu Santo

En el artículo pasado vimos que la propiedad personal del Padre en la Trinidad es el engendrar eternamente al Hijo, como también vimos que la propiedad personal del Hijo es el ser engendrado eternamente por el Padre de tal forma que el Hijo es la Imagen misma del Padre. Este acto en la Trinidad es un acto necesario, eterno y completo en Dios. Como diría Herman Bavinck (1854—1921) citado por Louis Berkhof (1873-1957);

“La generación eterna trae distinción (de personas) y distribución (de esencia); pero no diversidad ni división en el Ser Divino.” [1]

De ahí el Credo Niceno, donde leemos que; “Creemos en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho.” [2]

También hemos visto ya que el Padre y el Hijo gozan en sí una vida de amor y amistad el uno con el otro y que ambos entran y habitan el uno en el otro de tal forma que hay una recirculación en armonía en la Trinidad sin una interrupción de propiedades personales, es decir, que el Padre sigue siendo Padre y que el Hijo sigue siendo Hijo. Esto significa que no solo el Padre y el Hijo se complacen y aman el uno al otro sino que además se compenetran y habitan el uno en el otro en la perfecta unión del Espíritu Santo. Persona y tema que debemos estudiar a continuación.

La personalidad y divinidad del Espíritu Santo

Cuando hablamos del Espíritu de Dios sabemos por la Escritura que Él es el Consolador enviado por Cristo (Juan 14:26), el Espíritu de Verdad que nos guía a toda verdad (Juan 16:13) y quien equipa a la iglesia del Señor para toda buena obra en el servicio (1 Corintios 12:8, 11). Esto implica que Él posee una mente, una voluntad y afectos propios en sí mismo como a la vez que Él goza la misma esencia del Padre y del Hijo. Su Nombre, Su honor, sus atributos y obras describen la Persona que Él es en la Trinidad.

En 1 Corintios 2:10-11 leemos; “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.” En Hechos 16:6-7 leemos que fue por la voluntad del Espíritu Santo, que Pablo y compañía les fue prohibido entrar ciertas ciudades; “Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.” y en Isaías 63:10 se nos dice sobre la disposición de Su mente y voluntad, es decir, Sus afectos personales contra el pueblo rebelde; “Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos”. De este modo vemos que quien ejerce su propio intelecto, voluntad y afectos no puede ser un mero poder o influencia sino una persona. Distinguido por lo que es, de su obrar; “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”

Consideremos ahora los atributos y el honor que Él goza en la Deidad; 1) Él es eterno al ser el Espíritu de verdad (Juan 16:13), mentirle es mentirle a Dios (Hechos 5:3-4), Él es omnipresente (Salmo 139:7-8), Él es omnipotente (Isaías 11:2, Lucas 1:35), Él es omnisciente (1 Corintios 2:11). En cuanto a Sus obras, Él crea, revela, enseña, intercede, ordena y gobierna (Génesis 1:2, Job 26:13, Salmo 33:6, Lucas 12:12, Hechos 8:29, 13:2, Romanos 8:11), Él regenera e imparte vida a los hijos de Dios (Juan 3:5, 2 Corintios 3:6), Él concede dones espirituales (1 Corintios 12:11), Él nos enseña a orar (Zacarías 12:10, Romanos 8:26) y nos guía a toda verdad, dándonos a conocer que somos hijos de Dios por medio de Jesucristo (Juan 16:13-15, Romanos 8:14, Efesios 5:8).

De este modo y confesionalmente decimos que; “Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe en una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.” (Credo Niceno 381 d.C.).


[1] Louis Berkhof, Teologia Sistematica, página 110.
[2] Credo Niceno 381 D.C.