La bondad de Dios (LAD XII)

Serie: Dogmática Escritural, Dios y Su Palabra.

Pregunta 34: ¿Cuáles son los Atributos de Dios?

La bondad de Dios

Cuando hablamos de la bondad de Dios debemos hablar primeramente de aquella virtud y perfección que Dios es y goza en sí mismo, para luego hablar de aquella benevolencia divina por la cual Dios obra en Su creación de forma orgánica (como un cuerpo vivo), dejando con ello un testimonio de que Él es bueno y el único Dios verdadero que sostiene a Su creación.

Cuando la Escritura habla de la bondad de Dios ella habla sobre todo de aquella virtud y perfección que Dios es y goza en sí mismo, esto no significa que Dios tenga algún grado de bondad sino que Dios es bueno sencillamente porque Él es Dios. Esto significa que todas Sus virtudes son perfectas en Él y por consiguiente no hay mayor bien o dicha que el hombre puede pensar o gozar sino solo Dios. Así, Su bondad es una y la misma que Su absoluta perfección. Dios es el único bien para toda Su creación (Nahúm 1:7, Salmo 25:8, 73:1, 100:5, 106:1, 145:9, Isaías 40:28).

En cuanto a Su benevolencia, la Escritura señala que Dios obra en Su creación de forma orgánica concediéndole bienes y sustento y dejando con ello un testimonio de lo que Él es en sí mismo; “bueno y fuente superabundante de todos los bienes.” [1]  Que Dios haga salir Su sol sobre malos y buenos como también Su lluvia sobre justos e injustos es con el fin de dar testimonio a sus conciencias que Él es la fuente de todo bien (Santiago 1:17), y que en última instancia Dios no ha abandonado a Su creación sino que ella “misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios,” en la manifestación y transformación final en cielos nuevos y tierra nueva (Romanos 8:19-21, Isaías 65:17, 2 Pedro 3:11-13).

La bondad y disposición de Dios

Sin embargo, cuando hablamos de la bondad de Dios se debe hacer una debida distinción entre Su disposición con cada una de Sus criaturas, a Su obrar en la creación como un organismo vivo. Por ejemplo, en Hechos 14:16-17 leemos lo siguiente;

“En las edades pasadas [Dios] ha dejado a todas las gentes [o naciones] andar en sus propios caminos; si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones.”    

En este texto como en su contexto vemos tanto la disposición de Dios o bien, de escoger y llamar a fuera a Su pueblo de la idolatría, o de entregar a las naciones a sus ídolos y perdición, sin embargo en ambas cosas Dios continúa obrando en Su creación haciendo salir Su sol sobre malos y buenos como también Su lluvia sobre justos e injustos con el fin de dar testimonio a sus conciencias que Él es la fuente de todo bien y el único Dios verdadero que las sostiene (Deuteronomio 7:6-11, 9:4-5, 11:23, 12:2, 29-30, 18:9, 14, Apocalipsis 18:4, 1 Pedro 2:9).

Si Dios hubiese querido (como el Dios soberano que Él es), entregar a todos y a cada uno de los hombres para que anduviesen “en sus propios caminos” de maldad e idolatría, Dios no los dejaría sin testimonio alguno de quién es Él y de Su inmenso poder (Romanos 1:18-25), pues Dios claramente ha manifestado que Él es el Dios bueno a quien debemos reconocer y glorificar como tal. Este testimonio es manifiesto en Su creación “dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones,” y que aparte de Su misericordia y de Jesucristo y a causa del pecado del hombre quien retiene la verdad con injusticia, este obrar de Dios solo amontona males en los hombres hostiles y rebeldes para el gran juicio de Dios (Deuteronomio 32:20-25). Él es el único Dios verdadero a quien debemos reconocer y glorificar por lo que Él es.

Por lo tanto, no debemos pensar como mucho piensan en el día de hoy (muy superficialmente y contradiciendo así la Escritura), que el obrar de Dios en Su creación implica una disposición genuina de gracia o misericordia de Su parte a quienes Él ha determinado entregar a su perdición. Pues como hemos visto ya en Romanos capítulo 1 que si Dios ha escogido dejar a ciertos individuos para que anden en sus propios caminos de perdición, aun así ellos deben saber que Dios es bueno y que le deben gloria y alabanza por lo que Él es. En cambio, porque a Dios le ha placido y Él ha dispuesto en Su voluntad soberana salvar a pecadores no entregándolos así a perdición eterna sino mas bien sálvalos por medio de Jesucristo revelando así Su gracia, amor y misericordia a ellos, es que debemos estar sumamente agradecidos a Dios por tan gran disposición salvadora hacia nosotros, pues bueno es alabarle y cantar Salmos a Su Nombre por ello (Salmo 92).

Es solamente en Jesucristo que todas las perfecciones de Dios pueden ser verdaderamente conocidas como también solo por medio de Él podemos descubrir la disposición particular y salvadora de Dios para con nosotros. Es precisamente la fe salvadora que Dios nos ha concedido la que verdaderamente aprende a conocer, reconocer y confiar solamente en Dios como la fuente superabundante de todos los bienes que hemos recibido a través de nuestro Señor Jesucristo.


[1] Confesión Belga, artículo 1.