La virtud de insultar

Por John W. Robbins [1].

Los profesantes cristianos estadounidenses del siglo XX son en su mayoría un montón de pusilánimes. La única vez que ellos pierden su timidez con alguien es con el fin de atacar a un compañero cristiano quien sea valiente en la defensa de la verdad. Un cristiano como eso se percibe como una amenaza a la “unidad de los creyentes” y a la “paz de la iglesia” según ellos. Ante tal amenaza manifiesta a la unidad y a la paz algunos cristianos pueden ser muy vengativos y crueles, como J. Gresham Machen quien lo aprendió temprano de este siglo y como Harold Lindsell lo está aprendiendo ahora.

Hace algún tiempo atrás un lector escribió a los editores de la revista “Verdad Presente” (ahora Veredicto) para protestar por la actitud pasiva de la revista hacia Karl Barth. En su carta, el lector se refirió a Barth como un “malandrín monstruoso” violando así el primer mandamiento de la buena sociedad: “Nunca llame a las personas por nombres” (a menos que, por supuesto, sea a esas personas que son fundamentalistas e ignorantes como lo hacen los editores). El editor en una severa reprensión cortante, reprendió al lector diciendo: “Sugerimos señor que usted se apegue a juzgar la teología de Barth y no a su persona.” Es decir, no llame a las personas por nombres que son insultos. “Los insultos no solo es algo no-cristiano pero es peor aún: es una evidencia prima facie (a primera vista) de un muy mal gusto, y todo lo que los cristianos hagan nunca y nunca debe de dar la impresión de que sean vulgares.”

Dos de las cosas más impactantes de leer para los cristianos profesantes del siglo XX deben de ser las obras de Martín Lutero y Juan Calvino, pues para estos hombres quienes fueron valientes en cuanto a la verdad no dudaron en absoluto en llamar a las personas por nombres. Pues pregunto, ¿estaba Lutero y Calvino equivocados y los editores de la revista están en lo correcto? La única manera de que un cristiano pueda obtener esta respuesta es examinar las Escrituras para ello.

Desafortunadamente la mayoría de los que profesan ser cristianos hoy en día no parecen haber logrado superar de leer Mateo capítulo 7. Lo cual es una lástima porque ellos deben proceder a leer Mateo 23. En este solo capítulo Cristo llama a los escribas y fariseos por sus nombres 16 veces. Los nombres que aparecen son hipócritas (7 veces), hijos del infierno (1), guías de ciegos (2 veces), insensatos y ciegos (3 veces), sepulcros blanqueados (una vez), serpientes (una vez), y generación de víboras (una vez).  Ya que Cristo era sin pecado debemos deducir por buena y necesaria consecuencia que insultar como tal no es un pecado en sí. Y ya que todo lo que Cristo hizo era justo y virtuoso debemos deducir por buena y necesaria consecuencia que insultar adecuadamente es una virtud.

Pero Cristo no es el único ejemplo. El apóstol Juan (que algunos cristianos profesantes les encanta citar porque entienden mal y tergiversar lo que él dice tocante al amor), él llama a ciertas personas conocidas por sus lectores como “mentirosos” y “anticristos”. Esas almas sensibles que se alteran cuando leen el capítulo 25 de la Confesión de Westminster que identifica al Papa como anticristo deben de leer 1ra de Juan 2 como la 2nda carta de Juan. Ya que Juan no estaba hablando de alguien tan  lejos en Roma sino más bien él se refería a personas conocidas por sus lectores contemporáneos.

Luego está Pablo, que en 1ra de Corintios corrige a los de Corinto quienes negaban la resurrección. En el capítulo 15 versículo 36 Pablo se refiere a uno de ellos como a un tonto. ¿Y no podemos concluir del Salmo 14:1 y Salmo 53:1 que Madalyn O’Hair por ejemplo es también una señora tonta? Además, en 1 Timoteo 4:2 Pablo se refiere a “hipocresía y mentirosos ” y en 5:13 escribe a  “charlatanes y entrometidos .“ Aquellos que oponen a los insultos deben oponerse a la práctica de Jesús, Pablo y Juan entre los muchos otros.

La pregunta obvia que el lector perceptivo ya se ha preguntado es, ¿qué vamos a hacer con Mateo 5:22? ¿No prohíbe este versículo todo insulto al igual que Mateo 7:1 y Mateo 5:34-37 prohíben otras cosas? La respuesta es igualmente obvia, no. Tal interpretación crearía una infinidad de contradicciones irreconciliables en la Biblia. Así como Mateo 7:1 no prohíbe juzgar justamente como tampoco Mateo 5:34-37 prohíben hacer un juramento legítimo, de igual modo Mateo 5:22 tampoco prohíbe los insultos apropiados. No son los insultos per se lo que son prohibidos sino los insultos imprecisos. Jesús, Juan y Pablo usaron nombres e insultos con precisión y alcanzaron un propósito específico: decir la verdad por medio de ellos.

Los insultos hechos con precisión no sólo no es pecado sino que también es una virtud en sí. Al usarlos se está identificando a una persona por lo que él es y esto no puede hacerse de otra manera sino al hacerlo por los nombres apropiados que los describen. Cualquiera que estudie los ejemplos citados aquí o cualquiera de los muchos otros ejemplos encontrados en la Biblia se dará cuenta que el insulto es utilizado juntamente con razones expuestas antes de usarlo. Las razones constituyen un argumento, y el insulto es una conclusión de él. Aquellos que niegan que Jesús vino en la carne son anticristos y mentirosos. Los que niegan la resurrección son tontos y tercos y así sucesivamente. La renuencia a llamar por nombres apropiados es un tipo de renuencia a sacar conclusiones válidas de las evidencias; es un intento de “frenar la lógica” para usar las frases neo-ortodoxas de nuestros días. Y como tal, no es más que otro ejemplo del anti racionalismo de nuestra era.

Volviendo a nuestro ejemplo original los editores de la revista sugirieron que es correcto hacer una separación entre la teología de Karl Barth y su persona, lo que indica que es permisible juzgar su teología pero no así su persona. Tal separación es ajena a las Escrituras. La razón es porque uno no llama a un hermano Raca o tonto si su teología es básicamente correcta: Él es un hermano y ha sido regenerado por Dios. Su teología es su persona; pues como un hombre piensa en su corazón, así es él. No sólo no somos llamados hacer una separación entre la teología de una persona y su persona, sino que se nos manda a juzgar a otra persona por su teología. El apóstol Juan en su segunda carta no dice que la teología de ciertas personas es anticristiana (aunque lo es) ni tampoco dice que hablan mentiras (aunque lo hacen). Él llamó a esas personas anticristos y mentirosos. Él juzgó sus personas por sus teologías y manda a la señora escogida y a sus hijos a hacer lo mismo en su carta. Pero peor aún, desde el punto de vista del-siglo XX más sanguinario y descortés en la historia, Juan ordena a la señora elegida y a sus hijos a no mostrar ninguna hospitalidad a estos mentirosos y anticristos. No deja de ser significativo que Juan primero dio sus razones para luego llamarlos por sus nombres, para al último dar la orden. La identificación precisa es necesaria para la acción apropiada. A menos que se haga la identificación la acción apropiada no seguirá.

Entonces, ¿qué diremos de Barth? ¿Es realmente un “malandrín monstruoso”? Bueno, el Diccionario de Inglés de Oxford, dice que “monstruoso” significa “aberrantemente malo o absurdo” y “malandrín” significa “perverso, incrédulo”, hereje; un “no creyente”, “infiel”. “¿Son estas frases una descripción exacta de Barth? ¿Qué dice Barth en su teología?

“Los profetas y apóstoles como tales, incluso en sus oficios, eran hombres históricos reales como nosotros, y de hecho culpables de error en palabra hablada y escrita.” (Dogmática Eclesial I, 2, 528-529)

“Como toda la antigua literatura del Antiguo y del Nuevo Testamento no saben nada de la distinción de hecho y valor, entre la historia por un lado y la saga y la leyenda por el otro.” (I, 2, 509).

“La vulnerabilidad de la Biblia, es decir, su capacidad para el error, se extiende también a su contenido religioso o teológico.” (I, 1 509).

“En común con la historia de la creación, la historia de la resurrección tienen que ser consideradas como “sagas” o “leyendas”. La muerte de Jesucristo sin duda se puede considerar como una historia en el sentido moderno, pero no una resurrección en sí.” (IV, 1, 336).

“La “leyenda” del hallazgo de la tumba vacía no es en sí misma, y como tal, el testimonio de Jesucristo como él  se mostró asimismo; vivo después de su muerte. Esto es complementario a este testimonio. Uno puede ser tan poco verificable “históricamente” como lo otro. Ciertamente, la tumba vacía no puede servir como una prueba de “histórica” en sí.” (IV, 1, 341).

Estas citas como tantas otras son suficientes para justificar el insulto a Barth como malandrín monstruoso, en términos bíblicos, un tonto y un mentiroso. Negarse a sacar esta conclusión acerca de un hombre de la estatura de Barth sería un pecado, pues sólo tal identificación sirve para advertir a los fieles de su teología. Los falsos maestros deben ser nombrados y los hábitos pusilánimes de los cristianos profesantes deben ser quebrantados. El buen modo de portarse en paz y unidad debe ceder a la primacía de la verdad. Insultos precisos es una virtud, no un pecado. Del mismo modo que se le dio a Adán la tarea de nombrar a los animales como un ejercicio de sus facultades racionales, así los cristianos están llamados a identificar correctamente a los falsos maestros que se aprovechan de los inocentes e indoctos.


[1] Tomado de Against The world, The Virtue of Name-Calling por John W. Robbins, pp. 19-20. Para más informes www.trinityfoundation.org.
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