Dante A. Urbina sobre la infalibilidad y el Canon

Interpelación a Dante A. Urbina sobre la infalibilidad y el Canon.
Planteo la siguiente cuestión:
¿Cuál es el criterio que la Iglesia Católica Romana (ICAR), que tú asumes como infalible, utilizó para definir el Canon de las Escrituras?
Su respuesta habitual es: “criterios internos (contenido bíblico) y criterios externos (tradición patrística).”
Entonces formulo una pregunta directa y crucial: ¿Tú mismo, como persona falible, podrías aplicar esos mismos criterios y llegar a la misma conclusión sobre el Canon bíblico?
Aquí se abren dos posibilidades, ambas problemáticas para su tesis:
1. Si responde que sí, entonces se sigue que la infalibilidad de la ICAR no es necesaria para llegar al conocimiento del Canon. Es decir, un agente falible puede, mediante el uso adecuado de las auto-evidencias internas y corroboración externas, arribar a una conclusión verdadera sobre el Canon. En tal caso, la función de la ICAR sería redundante y no esencial.
2. Si responde que no, porque admite que siendo falible puede errar en su juicio, entonces lanzo una nueva pregunta: Cuando tú, como sujeto falible, aplicas esos mismos criterios (internos y externos) para concluir que la ICAR es infalible, ¿puedes estar equivocado?
La implicación es ineludible: ¡Por supuesto que puede estar equivocado! Su propia falibilidad impide que su conclusión acerca de la infalibilidad de la ICAR sea epistemológicamente segura. Si no puede estar seguro en discernir el Canon internamente y corroborado externamente , ¿Cómo puede confiar en su juicio para establecer la infalibilidad de una institución? No puede, entregó todo debate.
Resumen, la apologética de Urbina incurre en un círculo vicioso: pretende que un sujeto falible afirme con certeza una infalibilidad externa, sin que el propio proceso de razonamiento escape al error. Pero si su razonamiento puede estar errado, entonces también puede estar su conclusión sobre qué es o no infalible.
Por tanto, la apelación a una autoridad infalible no resuelve su problema epistemológico, sino que lo traslada, y lo hace depender (irónicamente) de un juicio falible. Solo la Escritura por sí misma, como revelación autoautenticada de Dios, puede ser fundamento infalible en sí misma y por sí misma (2 Timoteo 3:16-17; Juan 17:17), sin necesidad de una instancia externa que la “garantice”, a lo mucho, solo corrobore lo que ella reclamar Ser: la Palabra de Dios.
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