Por Gordon H. Clark
Un sermón predicado en la Conferencia General en Quarryville
según el previo conocimiento de Dios Padre, por la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre: Que la gracia y la paz os sean multiplicadas. (1 Pedro 1:2)
El apóstol Pedro es un personaje vibrante, tan humano, con todos sus altibajos. Se jactaba de que defendería al Señor, luego él lo negó; se arrepintió y fue perdonado. Él predicó el gran sermón en Pentecostés, y más tarde en Antioquía fue reprendido por hipocresía. Y por último, la tradición dice que fue crucificado cabeza abajo.
En una ocasión cuando estaba exponiendo el segundo capítulo de Gálatas, ciertos señores se sintierón ofendidos porque había yo dicho que Pedro era culpable de hipocresía. Pero por desgracia esto fue verdad, Pedro fue culpable de hipocresía. Él era tan parecido a nosotros mismos. Sin embargo, existe otra acusación contra él que no fue cierta. Cuando los saduceos en Hechos 4:13 lo llamaron un hombre sin letra e ignorante, esto significaba que era un ignorante estúpido, pero sólo tenemos que ir a su primera epístola para ver que Pedro estaba muy lejos de ser alguien estúpido.
El tema de la epístola se puede resumir, por supuesto, con cierta pérdida considerable de otros tópicos debido a la brevedad, por la frase introductoria: Electo para obedecer. Las ideas de la elección y la obediencia se repiten frecuentemente a intervalos a través de los cinco capítulos cortos.
I. Elección
Es la enseñanza de Pedro y de toda la Biblia que Dios elige a personas para salvación. El hecho de que Dios llama, escogidos o elegidos a sus siervos se indica explícitamente al menos ocho veces en esta corta epístola, y se conoce con menos claridad en tres o cuatro versos más. Cuando se tiene en cuenta la variedad de preceptos prácticos que Pedro incluye, esto recurre a la doctrina de la elección lo cual se ve es una cuestión de énfasis e importancia.
Desafortunadamente la elección no es una doctrina popular, incluso entre los cristianos profesantes. Es mucho más probable que cause ofensa que una referencia a la hipocresía de Pedro en Antioquía. Pero la Biblia enseña la elección y el ministro fiel debe predicarla. Nuestro Señor mismo la predicó cuando dijo: “Vosotros no me han elegido, sino que yo os elegí. . . ” Es una herramienta instructiva observar que la doctrina de la elección no era más popular cuando Jesús predicó sobre ella que ahora. Jesús perdió parte de su temprana popularidad predicando sobre la elección. En Juan 6:65-66, Cristo dice, “nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre.” Esto demuestra que la iniciativa en la salvación pertenece a Dios y no al hombre. Pero Juan registra inmediatamente que “Como resultado de esto muchos de sus discípulos se apartaron y ya no andaban con El.”
Es triste que algunos cristianos – quizá algunos incluso en nuestra propia iglesia, no reciben con entusiasmo la doctrina de la elección, ya que si Dios no hubiese tomado la iniciativa, lo cierto es que el corazón pecaminoso del hombre nunca lo hubiese hecho.
Hay una historia de un anciano pastor, un cristiano fiel durante muchos años, que una vez testificó: “Yo soy salvo porque Dios y yo cooperamos para ello; Yo hice mi parte, y Dios hizo la suya”. La gente se admiró de este testimonio, como él esperaba que fuera, y después de esperar un momento para que la gente se preguntará lo que él podría haber contribuido para su salvación, el anciano pastor continuó, “yo me resistí, y Dios hizo el resto”.
Pedro sabía que Dios había tomado y había mantenido la iniciativa en su caso. Él no se ofendió ante la idea de la elección, pues vio en ella la fuente de todas sus bendiciones. Por lo tanto él podría escribirnos con alegría que “vosotros sois linaje escogido. . . a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” También nosotros debemos regocijarnos en la gracia electiva de Dios como él lo hizo.
II. Obediencia
Pedro no se preocupa de explicar la doctrina de la elección en gran detalle. Él simplemente toma el punto de vista bíblico por sentado. Lo que él desea destacar es el propósito de la elección: somos elegidos para obedecer.
Cuando un hombre viene a Cristo, él viene con el fin de escapar de la condenació del pecado y para encontrar misericordia, perdón y libertad. Pero esto no es todo. Un hombre viene a Cristo con el fin también de escapar del pecado mismo. Él viene con el propósito de avanzar en justicia. Él se ha convertido con el dolor y el odio de su pecado y con un propósito de nueva obediencia. Las personas que Dios escoge son elegidos o electos para obedecer.
Esta enseñanza es muy fácil de entender; pero también es fácil de olvidar. No hay necesidad de una profunda explicación, pero de un necesidad de recordatorio constante. Cualquier pilluelo en la calle sabe lo que es malo como: “No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano”, o, “No hurtarás”. El problema es que él no obedece.
Pedro escribe para recordarnos. Tiene que ser interesante y sin duda es útil tomar nota de los deberes cristianos específicos que Pedro menciona. Considere estos seis u ocho, tomada más o menos al azar:
(1 Pedro 1:13, 4:7)
(1 Pedro 2:1)
(1 Pedro 2:13)
(1 Pedro 2:18)
(1 Pedro 3:1)
(1 Pedro 3:7)
(1 Pedro 4:12)
(1 Pedro 5:2)
Estas cosas necesitan poca explicación. Su significado es suficientemente claro, incluso a los réprobos. Lo que necesitamos es la fuerza y la gracia divina para obedecer los mandamientos de Dios.
Pero hay otro tipo de obediencia que Pedro indica. Estos mandamientos todos se han referido a acciones más que todo. Son asuntos de moralidad ordinaria. Pero la obediencia va más allá de estos hechos observados fácilmente por fuera. Pedro también se refiere a una obediencia interna de la mente. En 1 Pedro 1:14 él conecta la desobediencia y la ignorancia, y en 1 Pedro 1:22 él conecta la obediencia y la verdad. Por supuesto, la importación más obvia de estas conexiones es el simple hecho de que un hombre no puede obedecer un mandamiento si antes no sabe lo que el mandamiento es. Una condición indispensable de una vida justa es un conocimiento de la voluntad revelada de Dios. Para estar seguros, los hombres pueden conocer lo que manda la Biblia y todavía se niegan a obedecer; pero nadie puede obedecer a menos que él tenga el conocimiento.
Es por razones como éstas que Juan Calvino dice que el entendimiento es “la guía y el gobernador del alma”; y “el intelecto gobierna la voluntad.” Charles Hodge también, explicando el estado original del hombre como creado en el conocimiento y la justicia conforme a la imagen de Dios (Col 3:10) dice, “su razón estaba sometida a Dios; su voluntad estaba sometida a su razón.” Es así que la Biblia enseña el rango superior de la inteligencia sobre la voluntad. Y es así que vemos que la obediencia no es simplemente una cuestión de acción externa, sino que incluye el asunto menos evidente, más tranquilo, pero muy importante del aprendizaje y la comprensión de las Escrituras. La meditación y el pensamiento no son espectaculares; Marta pudo haber estado en lo cierto al suponer que la cena sería necesario en algún momento, pero María eligió la mejor parte.
La comprensión que requiere Pedro no se limita a una comprensión de mandamientos morales. La obediencia que Pedro enfatiza no se limita a ser un buen ciudadano, una buena esposa, marido, o siervo. Pedro requiere obediencia a todo el Consejo de Dios. De hecho, él une la obediencia y la fe. Cristo es piedra de tropiezo y Roca de escándalo para los que desobedecen a la Palabra, pero Cristo es precioso para los que creen (1 Pedro 2:7-8). Por lo tanto, lo contrario de creer es la desobediencia, y lo contrario de la obediencia es la incredulidad. En 1 Pedro 3:1 los no-cristianos son descritos como aquellos que no obedecen a la Palabra: es decir, que no creen. Por tanto, el acto interno mental de creer está asociado con la obediencia.
Creo que este es un punto que necesita mención. Las preocupaciones de la vida y la falta de inclinación natural para el estudio son barreras para la comprensión de la Biblia. Muchos buenos santos cristianos, que tienen bien aprendido las lecciones de moralidad, y que son en todas partes reconocidos como buenos ciudadanos, funcionarios, esposas o esposos, aún no logran encontrar el tiempo suficiente para un estudio serio y constante y metódico de la Biblia. Pero el estudio también es obediencia, y el conocimiento es la base de la santidad.
Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Pablo describe al impío como quien tiene un entendimiento entenebrecido, ajeno de la vida de Dios por su ignorancia. Y Pedro dice que los Cristianos purifican sus almas por la obediencia a la verdad. Todo esto es el propósito de la elección.
III. Conclusión
Algunos cristianos como ustedes, no tienen grandes progresos realizados. Puede que tengan que atender más a mandamientos morales elementales particularmente. Dejemos que escuchen y obedezcan tales instrucciones. Algunos cristianos ya han andado mucho tiempo en su peregrinación. Puede que tengan que abandonar los principios elementales de las doctrinas de Cristo y seguir adelante a la perfección. Dejemoslos buscar las cosas profundas del Espíritu. Algunos como niños necesitan la leche pura de la Palabra; otros deben comer alimento sólido. Cada uno de nosotros de acuerdo a nuestras necesidades, pero de una manera u otra todos tenemos que enfrentar las pruebas de la vida, las tentaciones del mundo, y los asaltos del diablo.
Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, que en su día El los exaltará. Hecha tus cargas sobre El, porque El tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios y vigilantes. Vuestro adversario, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien devorar. Al cual podéis resistir firmes en la fe, sabiendo que se requiere la misma experiencia del sufrimiento de vuestros hermanos en todo el mundo. Y después que hayáis padecido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, será El Mismo quien restaurará, establecerá y fortalecerá. A él sea el poder por los siglos de los siglos. Amén.
[From The Witness, May, 1947, pp. 3-4] The Gordon H. Clark Foundation, PDF