Ella es la gloria del hombre, lo que implica, su corona (Proverbios 12:4). Esto es de suma importancia en toda la Escritura porque revela tanto el aspecto ontológico como escatológico de la mujer.
Porque el hombre es llamado primero, eso significa que él es el primero en amar, el primero en dar y el primero en servir. Y esto es lo hermoso de la obra redentora de Cristo en la humanidad; pues Su Iglesia, que es Su Amada, Novia y Esposa, es creada por los méritos de Cristo para ser Su gloria escatológica que revelará la obra completa, perfecta, pero sobre todo, servidora de Cristo por ella.
En las palabras del apóstol Pablo:
“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. 28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. 31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 32 Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. 33 Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.” (Efesios 5).