Si bien la Escrituras hablan de las “muchas maneras” en que Dios se ha revelado a sí mismo al ser humano, debemos distinguir entre dos tipos principales de cómo Dios lo ha hecho. La primera se conoce como la revelación general y la segunda como revelación especial.
La revelación general se llama “general” por dos razones simples: (a) es general en cuanto a su contenido, y (b) ha sido revelada a todo ser humano. La revelación general provee al hombre del «conocimiento esencial» de que Dios es verdad. De que Dios es el Creador, el Hacedor, Sustentador y Gobernador de todo el universo. De que Dios es el Ser supremo perfecto y justo. Este conocimiento esencial de que Dios es verdad le es implantado a todo ser humano al instante de ser creado y surge de manera «innata» (a priori) durante su vida, esto por haber sido hecho a la imagen de Dios.
Por lo tanto, la revelación general que el hombre posee de Dios le es comunicada primeramente como una noción consciente en su mente de la existencia de Dios (Romanos 1:19, Hechos 17:23) luego como una confirmación (a posteriori) por las obras vistas de Dios en la creación (Romanos 1:20, Salmo 19:1, Isaías 40:26). Con noción consciente queremos decir que el hombre fue hecho de tal manera que logra pensar de manera espontánea que Dios es verdad; el Ser supremo sobre todas las cosas creadas.
Una pregunta: ¿De dónde surge la idea universal de que mentir es algo malo? Respuesta: Porque Dios es verdad mentir es incorrecto. Si el hombre niega y remueve a Dios de sus pensamientos, todo lo demás que quiera pensar o hacer le será permisible, y por ende le será no-pecaminoso, obviamente esto desde su propia opinión la cual niega a Dios.
«Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien. (Salmo 14:1) «Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, (Romanos 1:21-22).
Cuando la Escritura trata de necio al hombre en realidad lo que está haciendo es un juicio moral sobre él. En este caso ser un necio es ser inmoral. Esto por el hecho de que el hombre no solo suprime la verdad de Dios tercamente, sino al hacerlo lo hace con injusticia.
Por último, así como el temor de Dios es el principio de la sabiduría (Proverbios 1:7), la negación de Dios es el colmo de la necedad (Proverbios 27:22).
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