La revelación especial

En el post anterior estuvimos viendo que la revelación general provee al hombre de forma inmediata de un conocimiento esencial de que Dios es verdad, de que Dios es el Ser Supremo creador de todas las cosas. En esta ocasión veremos la revelación especial, la cual provee al hombre del conocimiento preciso de quién es Dios, y cuáles son Sus propósitos eternos.

«Por esto también nosotros sin cesar damos gracias a Dios de que cuando recibisteis la Palabra de Dios, que oísteis de nosotros la aceptasteis no como la palabra de hombres, sino como lo que realmente es, la Palabra de Dios, la cual también hace su obra en vosotros los que creéis. (1 Tesalonicenses 2:13).

Un conocimiento preciso de la revelación especial

Para que el hombre pueda conocer a Dios, glorificarle y disfrutar de Él para siempre (Romanos 11:36; 1 Corintios 10:31; Salmos 73:25), es necesario una revelación verbal por parte de Dios al hombre, esto con el fin de que éste pueda saber con certeza las palabras de verdad (Proverbios 22:19-21). Por esta razón, el conocimiento de lo que el hombre debe de saber presupone información divinamente dada, y ya que Dios no puede mentir Su Palabra revelada debe ser verdad e infalible (2 Samuel 7:28, Juan 17:17, Romanos 3:4). Por esto, la Escritura no sólo es nuestro punto de referencia o arranque para todo conocimiento, sino también es la condición necesaria para que el conocimiento pueda ser.

La inspiración, autoridad y claridad de la Palabra de Dios

«Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:16-17).

La palabra inspiración es una traducción de la palabra griega Theopneustos que significa “exhalado por Dios”. Dios exhaló la Escritura (Salmo 33:6) de la misma manera que exhalamos el aire a través de nuestras bocas cuando hablamos, así la Escritura es Dios hablando de forma especial y con precisión al hombre.

«Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta. (Deuteronomio 18:18-19) «Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca. (Jeremías 1:9, v7, Éxodo 4:12, Números 22:38, Isaías 30:12-14, Jeremías 6:10-12).

Cuando las palabras que Dios ha revelado a sus mensajeros han sido escritas, ellas llegan a ser Las Sagradas Escrituras dadas por Dios para su pueblo (1 Corintios 14:37, Juan 5:46-47, Lucas 24:44-46), las cuales deben ser leídas, entendidas, y obedecidas (Deuteronomio 31:9-13, 24-26, Josué 24:26, Isaías 30:8, Jeremías 30:2), esto porque las Escrituras son absolutamente autoritarias y absolutamente verdaderas: y, no creer o desobedecer las Escrituras es no creer y desobedecer a Dios quien inspiró y entregó las Escrituras, y por consiguiente es pecado.

Como cristianos escrituralistas afirmamos la inspiración, infalibilidad e inerrabilidad de las Sagradas Escrituras porque en última instancia Dios es el autor de ellas. Y como es imposible que Dios inspire falsedades, su Palabra debe ser completamente cierta y confiable.

photo credit: chop1n via photopin cc

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