El fervoroso deseo de los Reformadores de entender y exponer la relación entre Dios y el hombre llevó a múltiples visiones sobre el pacto divino y su relación con la fe y la obediencia. Dos figuras icónicas, Heinrich Bullinger y Ulrich Zwingli, ofrecen perspectivas valiosas en este debate. Según un resumen de Lyle D. Bierma: “Para Heinrich Bullinger y Ulrich Zwingli [como los otros Reformadores continentales], los beneficios del pacto de gracia en última instancia no dependen de la fe u obediencia; el pacto incluye la fe y obediencia [para sus miembros].”
Para comprender esta declaración, es crucial entender primero la esencia del “pacto de gracia”. En el corazón de la teología reformada, este pacto es el medio por el cual Dios extiende su gracia salvífica a la humanidad después de la caída. Es un acto de amor divino inmerecido que Dios concede en Cristo a su creación.
Bullinger y Zwingli, aunque compartieron ciertas similitudes en sus teologías, también tenían matices distintos en sus interpretaciones. No obstante, la perspectiva común señalada por Bierma pone de manifiesto una idea fundamental: la fe y la obediencia no son, en sí mismas, condiciones previas que los seres humanos deben cumplir para obtener los beneficios del pacto. Más bien, son el resultado o la manifestación del pacto mismo.
Es decir, cuando una persona se convierte en parte del pacto de gracia, la fe y la obediencia son productos naturales y esperados de esa relación. No son monedas que se cambian por la gracia de Dios; son frutos que brotan de la relación del hombre con Dios establecida por el pacto.
Esta perspectiva es refrescantemente esperanzadora. Sugiere que Dios, en su infinita misericordia, no espera que estemos preparados con fe y obediencia para recibir su gracia. Más bien, es al revés: Él nos da su gracia, y a través de ella, nace en nosotros la capacidad de fe y la voluntad de obedecer.
Por supuesto, esta visión no exime al hombre de la responsabilidad. Ser parte del pacto implica vivir en la luz de ese pacto, reflejando su gracia a través de la fe activa y la obediencia diligente. Sin embargo, Bullinger y Zwingli nos recuerdan que el primer paso siempre lo da Dios.
En las palabras de Herman Hoeksema; “Dios toma aquellos con quienes Él ha establecido Su pacto dentro de Su propia amistad como el Dios Trino que Él es.”
El estudio profundo de las Escrituras y el continuo diálogo teológico de los Reformadores han brindado a la Iglesia una rica herencia de entendimiento. La perspectiva de Bullinger y Zwingli entre otros reformadores sobre el pacto de gracia es un recordatorio de la magnitud del amor divino y de la transformación que puede surgir cuando uno se sumerge verdaderamente en la gracia de Dios.