El Triunfo Inevitable del Cordero: Una Reflexión sobre las Palabras de Stephanus Junius Brutus

Desde el auge de la Reforma, la Iglesia ha tenido que enfrentar desafíos tanto desde dentro como desde fuera de sus muros. Sin embargo, la promesa de la soberanía de Cristo nunca ha dejado de brillar en medio de la oscuridad. Stephanus Junius Brutus, en su obra Vindiciae contra Tyrannos, nos ofrece un recordatorio de esta promesa con palabras que destilan una confianza inquebrantable en la victoria final de Cristo.

La sentencia a la que se refiere Brutus se fundamenta en varias escrituras, principalmente el Salmo 2, Salmo 110 y el Apocalipsis 19. Estos pasajes bíblicos, que por siglos han dado esperanza a innumerables creyentes, describen la eventual subyugación de todos los enemigos de Cristo.

El Salmo 2 pregunta, “¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos traman cosas vanas?”. Este versículo refleja cómo los reyes y las naciones han intentado, en vano, desafiar el señorío de Cristo. Sin embargo, Dios responde con burla y luego afirma: “He puesto por rey a mi ungido sobre Sion, monte de mi santidad”. Este es un recordatorio claro de que la autoridad de Cristo es definitiva y no puede ser desafiada con éxito.

La referencia al Cordero en las palabras de Brutus es especialmente conmovedora. Cristo, el Cordero de Dios, es a menudo representado como un ser pasivo o débil, pero Brutus nos recuerda que este Cordero es, de hecho, el Rey de reyes y Señor de señores. En el Apocalipsis 19, Cristo es descrito como un guerrero que juzga y pelea con justicia, y bajo cuyo mando todos los reyes se postrarán.

Es importante destacar que la lucha contra los poderes terrenales, como lo describe Brutus, no es primordialmente física. Nuestra lucha es “contra los principados, contra las potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). La batalla es espiritual y, a menudo, interna. El mundo puede conspirar contra la Iglesia, pero la victoria final es de Cristo.

En conclusión, las palabras de Stephanus Junius Brutus son un recordatorio poderoso y oportuno de que, sin importar las adversidades que la Iglesia pueda enfrentar, el triunfo de Cristo es seguro. Los reyes y los tiranos pueden conspirar y oponerse, pero al final de los tiempos, todos deberán reconocer el señorío de nuestro Cordero. Como Juan Calvino, insto a todos los creyentes a mantenerse firmes en esta promesa y a avanzar con confianza en la obra del Señor, sabiendo que la victoria ya ha sido asegurada en Cristo Jesús.

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