En el prólogo de la Glossa ordinaria (1498 d. C.) de la Biblia Vulgata Oficial se afirma:
«Muchas personas, que no prestan mucha atención a las Sagradas Escrituras, piensan que todos los libros contenidos en la Biblia deben ser honrados y adorados con igual veneración, sin saber distinguir entre los libros canónicos y los no canónicos, que los judíos cuentan entre los apócrifos. Por eso, a menudo parecen ridículos ante los doctos, y se perturban y se escandalizan cuando oyen que alguien no honra algo leído en la Biblia con igual veneración que todo el resto».
Aquí, pues, distinguimos y enumeramos distintamente primero los libros canónicos y luego los no canónicos, entre los cuales distinguimos además entre los ciertos y los dudosos. Los libros canónicos han sido producidos por el dictado del Espíritu Santo. Sin embargo, no se sabe en qué tiempo o por qué autores fueron producidos los libros no canónicos o apócrifos. Pero como son muy buenos y útiles y no se encuentra en ellos nada que contradiga a los libros canónicos, la Iglesia los lee y permite que los fieles los lean para su devoción y edificación. Sin embargo, su autoridad no se considera suficiente para probar lo que es dudoso o controvertido, ni para confirmar la autoridad del dogma eclesiástico, como afirma el bienaventurado Jerónimo en el prólogo a Judit y a los libros de Salomón. Pero los libros canónicos son de tal autoridad que todo lo que contienen se considera firme e indiscutiblemente verdadero, y también lo que se demuestra claramente a partir de ellos.
En efecto, así como en filosofía se conoce la verdad por reducción a los primeros principios evidentes, así también en los escritos transmitidos por los santos maestros, en lo que respecta a lo que debe ser aceptado por la fe, se conoce la verdad por reducción a las Escrituras canónicas que han sido producidas por revelación divina, que no pueden contener nada falso.
Por eso, Agustín dice a Jerónimo acerca de ellos: Sólo a aquellos escritores que se llaman canónicos he aprendido a ofrecer esta reverencia y honor: sostengo firmemente que ninguno de ellos ha cometido un error al escribir. Así, si encuentro algo en ellos que parece contrario a la verdad, simplemente pienso que el manuscrito es incorrecto, o me pregunto si el traductor ha descubierto lo que significa la palabra, o si la he entendido en absoluto. Pero leo a otros escritores de esta manera: por mucho que abunden en santidad o enseñanza, no considero verdadero lo que dicen porque lo hayan juzgado así, sino más bien porque han sido capaces de convencerme a partir de esos autores canónicos, o de argumentos probables, de que concuerda con la verdad.
Traducción del Dr. Michael Woodward, Biblia cum glossa ordinaria et expositione Lyre litterali et morali (Basilea: Petri & Froben, 1498), en British Museum IB. 37895, Vol. 1, Sobre los libros canónicos y no canónicos de la Biblia.