La relación entre la justificación y la santificación

Por John W. Robbins

La santificación es lo que Dios hace en el creyenteno así las buenas obras del creyente. Por importantes que sean, ni la santificación ni las buenas obras son la base de la salvación o el fundamento de la esperanza Cristiana. La santificación por supuesto es una obra de la gracia de Dios, pero es el resultado de un acto más fundamental de la gracia divina. A menos que la santificación esté arraigada en la justificación, y la justificación en la elección, la santificación no puede escapar del veneno del subjetivismo y del moralismo, o fariseísmo.

Un razonamiento pecaminoso podría decirnos que lo que Dios hace al cambiar el corazón del pecador es la cosa más importante que Dios podía hacer en el proceso de la salvación. Pero este argumento es el corazón de la soteriología de Roma, y hay que admitir que la gran antención de hoy en día del neo-evangelicalismo es su mensaje de dejar que Cristo entre en tu corazón” para que alguien sea salvo y así nazca de nuevo y demás. Pero esto no es Cristianismo sino el neo romanismo-evangelico de nuestros días. Sin embargo, la gran verdad de la justificación por la sola fe no se refiere a los actos de Dios dentro del creyente, sino más bien se refiere con los actos salvíficos de Dios hechos fuera del creyente.

La relación entre la justificación y la santificación

En primer lugar, la razón para la aceptación de un hombre ante Dios para vida eterna es por pura gracia: siendo justificados gratuitamente por su gracia” (Romanos 3:24). La palabra griega traducida aquí gratuitamente se traduce en otro lugar sin causa alguna. La gracia de Dios no está condicionada a ninguna cualidad en el corazón o la vida humana. Es en este punto de relacionar una cualidad dentro del hombre que el apóstol declara firmemente que esta “gracia.. nos es dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos ” (2 Timoteo 1:9). La gracia es una cualidad en el corazón de Dios, su disposición de ser bondadoso y misericordioso con los que están perdidos y no merecen ser salvos. La gracia significa los atributos de Dios de aceptar a aquellos que son inaceptables incluyendo aquellos a quienes Él está santificado.

Sin embargo, con todo esto, Dios no puede permitir que su gracia anule su justicia. La regla de la ley debe ser conformada. Dios debe tener un motivo válido para perdonar a los pecadores y aceptarlos como justos. Estos motivos son también totalmente fuera de nosotros: siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24).

La vida y muerte de Cristo son la única razón de que Dios sea capaz de declarar y tratarnos como justos. Se trata de ser justificados en Cristo” (Gálastas 2:1). El Evangelio proclama que los pecadores son salvados por los actos concretos y objetivos de Dios en la historia. Esta es una acción de Dios que está tan lejos del pecador y que sucedió hace dos mil años. Esto es el Cristianismo. Es la única y verdadera religión histórica. Todas las demás religiones enseñan que la salvación se encuentra en un proceso dentro del adorador, y en consecuencia la preocupación suprema de los adoradores es con su experiencia interna. Solo el Cristianismo proclama una salvación que se encuentra en un evento fuera del creyente.

Esta verdad, por supuesto, es una gran ofensa al orgullo humano. Considere los hijos de Israel en el desierto. Muchos de ellos fueron mordidos por serpientes y se enfrentaban a una muerte segura. Moisés levantó una serpiente mortal en un poste e invitó a los moribundos a mirarla y vivir. ¿Quién había oído hablar de una cosa como esta? El veneno estaba dentro de ellos, ¿Y cómo algo podía completamente fuera de ellos traer alivio? Para nosotros que estamos envenenados hasta la muerte por la serpiente antigua el diablo, Jesús declara: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado” (Juan 3:14).

La base de la salvación no es un proceso subjetivo. Si el camino de la salvación fuera simplemente una cuestión de invitar a Cristo en el corazón o haber nacido de nuevo por el Espíritu de Dios, entonces Cristo no habría necesitado venir aquí para sufrir y morir. Pero ninguna cantidad de santificación o santidad interior puede salvar el abismo que el pecado ha hecho y colocarnos en una relación correcta con Dios. La comunión con Dios no puede basarse en un proceso interno de ser hecho santo. La perfección no es algo que Dios requiere al final del proceso. Él exige perfección y santidad absoluta antes de iniciar cualquier relación correcta.

La salvación y la estabilidad con Dios descansa en lo que Dios ya ha hecho fuera de nosotros en la persona de Jesucristo (Romanos 3:24). Hace dos mil años hubo un evento histórico objetivo a nosotros. Dios mismo se humilló en la historia humana en la persona de su Hijo. Él se convirtió en nuestro hombre representativo. Él llevó nuestra naturaleza y se hizo tan identificado con nosotros que no todo lo que hizo fue sólo para su pueblo, pero también era legalmente como si nosotros lo hubiéramos hecho en Él. Cristo luchó con el pecado, el diablo y la muerte. Él finalmente los derrotó y destruyó su poder. Su victoria fue para nosotros. Fue realmente y legalmente nuestra victoria. Cuando Él vivía esa vida santa, que satisfazió las exigencias de la ley de Dios, era para nosotros. Fue como si nosotros lo hubiéramos vivido. Cuando Él llevó el castigo por el pecado, la justicia nos vio castigados en Él. que uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron; ” (2 Corintios 5:14). Cuando Él se levantó y fue aceptado con gozo en la presencia de Dios, honrado y exaltado a la diestra de Dios, todo esto era para nosotros. Fue a su pueblo que Dios abrazó en la persona de su Hijo. Tan cierto como que Dios vino a esta tierra en la persona de Cristo, tan ciertamente hemos ido al cielo en la persona de Cristo. El Evangelio no proclama las cosas buenas que Dios puede hacer en su pueblo, sino más bien proclama las buenas cosas que Él ha hecho por su pueblo. Por sus actos gloriosos fuera de nosotros, y que en verdad Él ha logrado nuestra salvación eterna. Él ha perdonado, justificado, y nos ha restaurado a gloria y honor en la persona de Jesucristo (Efesios 1:3-7, Efesios 2:4-6, Romanos 4:25, 5:8-10, 18-19, Colosenses 2:10).

La justificación no sólo es por sola gracia y sólo por Cristo; debe ser también por la sola fe. Lo que Dios ha hecho fuera de nosotros en su Hijo es lo que debe ser creído. La fe viene por el oír este mensaje de Cristo (Romanos 10:17). La fe no trae la salvación a la existencia. No produce la justicia por la cual Dios nos justifica. La fe no hace; la fe toma. Es asentir a un acuerdo ya hecho por Dios. El objeto de la fe es completamente objetivo a nosotros. No es fe en lo que el Espíritu Santo ha hecho en nosotros. No es fe en nuestra santificación o de alguna experiencia pasada o del nacer de nuevo. No es fe en nuestra fe. No es fe en la iglesia. No es fe en el bautismo. La fe se centra en lo que está en el cielo, en lo que tenemos en Cristo a la diestra de Dios (Colosenses 3:1-4). Por lo tanto, debemos decir con afirmación que la santificación, siendo aquí en la tierra, siendo en el creyente, no es parte de la justicia que es por la sola fe. La justicia que es por la sola fe es la justicia de la vida y muerte de Cristo. Es esa vida de santidad perfecta que ahora Cristo presenta en el tribunal de justicia en nuestro nombre y favor. La única justicia que tenemos delante de Dios es la justicia que es ahora en realidad ante Dios. Nuestra justicia, por lo tanto, es ahí donde la necesitamos más, en la presencia de Dios, ante la ley de Dios, a la diestra del Padre. Porque nuestra justicia es Cristo mismo (Jeremías 23:6). Como declaró John Bunyan, el secreto sublime de la Biblia es “Que la justicia que yace en una Persona en el cielo pueda justificar a un pecador en la tierra.” Esta es la justificación por la fe. Es una justicia que los reformadores llamaban ser “una justicia ajena“, una justicia totalmente fuera del hombre y tan ajena al razonamiento pecaminoso que pueda ser conocida sólo por el Evangelio.

Hemos visto que Dios justifica por gracia, en base a la obra de Cristo, y se aplica la bendición para el pecador que lo recibe por la sola fe. La gracia que justifica está fuera del pecador creyente. La justicia que justifica está fuera del pecador creyente. La fe que acepta la bendición está fijada a aquello que está fuera del pecador creyente. El acto de Dios de justificar al pecador creyente también está fuera del creyente.


Against The Churchers, The Trinity Review, 1989-1998. The Relationship between Justification and Sanctification, Edited by John W. Robbins pages 341-342. 
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Rafael Resendiz I
9 years ago

Romanos 1:16-17 se sitúa en el corazón de la Reforma, sobre todo por lo céntrico que estaba en la conversión de Lutero.

Lutero habla de cómo él había odiado la frase, “la justicia de Dios”, porque entendía que estaba hablando sólo de la norma de justicia por la cual Él juzgará a los pecadores injustos de Dios. Pero con el tiempo, dice, “empecé a entender que la justicia de Dios es a través de la cual viven los justos por un don de Dios, es decir, por la fe. Aquí me sentí como si estuviera totalmente nacido de nuevo y había entrado en el paraíso mismo a través de las puertas que habían sido abiertas.”