Serie: Dogmática Escritural, Dios y Su Palabra.
Pregunta 18: ¿Tenemos el derecho de interpretar las Escrituras?
“entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada” (2 Pedro 1:20).
Ya que la Escritura es divinamente dada por Dios (2 Timoteo 3:16-17), su interpretación no dependerá en absoluto del hombre sino de la propia Escritura inspirada por Dios, pues “ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada”. Incluso la misma predicación de los apóstoles del Nuevo Testamento fue sujeta a un cuidadoso análisis bajo la autoridad del Antiguo Testamento como lo vemos en el libro de Hechos 17:10-11. De esta forma, es el Autor mismo de la Escritura (El Espíritu de Dios), quien nos deja saber el significado correcto de Su propia revelación inspirada.
Ronald Hanko hablando del tema nos dice que;
“Ya que la Escritura es la Palabra de Dios y el Espíritu Santo su autor, nadie tiene el derecho de interpretarla. La gente suele hablar como si ellos tuvieran ese derecho. Ellos hablan de ‘mi interpretación’ o de alguien más. Eso está mal. Incluso en la controversia siempre hay sólo una interpretación de la Escritura, y esa es la propia interpretación de la Escritura de sí misma. Esa interpretación es de Dios, no del hombre” [1].
La confesión de Westminster por su parte afirma lo mismo con las siguientes palabras;
“La regla infalible de la interpretación de la Escritura es la Escritura misma. Por tanto, cuando hay duda acerca del total y verdadero sentido de algún texto (el cual no es múltiple sino único), debe investigarse y entenderse mediante otras partes que hablen más claramente” [I.9].
Ron Hanko continua diciendo:
“Esto se encuentra en 2 Pedro 1:20-21, donde claramente se afirma que la Escritura no es de interpretación privada. Esta afirmación parece estar un poco fuera de lugar a primera vista, porque el énfasis no está en la interpretación sino en la inspiración. Sin embargo, la doctrina de la inspiración como es encontrada en esos versículos, la tiene como su aplicación: nadie sino Dios mismo, quien inspiró la Palabra, tiene el derecho de interpretarla.
El Espíritu Santo interpreta la Escritura, pero no de una forma mística —revelando misteriosa y secretamente el significado de la Escritura a algunos en una revelación privada. De esta forma está mal decir ‘Dios me mostró’, ‘Dios me dijo’ o ‘Dios me reveló’ y tales cosas. Eso, también, es negar la Escritura, no sólo su suficiencia como ya hemos visto, sino que también su inspiración. La persona que dice esas cosas está diciendo que él tiene una interpretación de la Escritura que Dios le ha dado privadamente, separada de la Escritura misma. La correcta interpretación de la Escritura es dada cuando la Escritura es comparada consigo misma” [2],
Que la Escritura sea su propia intérprete siendo comparada consigo misma fue unos de los principios de la Reforma como lo fue en la era apostólica como lo vimos en el libro de Hechos. De ahí que este principio de hermenéutica debe continuar siendo el mismo principio de nuestros tiempos evitando así el problema del postmodernismo que apela a; “la libre interpretación del lector”.
En esto último R.C. Sproul nos dice:
“Los creyentes tienen la libertad para descubrir las verdades de la Escritura, pero no están libres para fabricar sus propias verdades. Los creyentes han sido llamados para entender los principios válidos de interpretación y para evitar el peligro de subjetivismo” [3].
Base Escritural: (Nehemías 8:8, 2 Timoteo 2:15, 2 Timoteo 3:14-17, Hebreos 1:1-4).
[1] Ronald Hanko, "The Interpretation of Scripture" (Doctrine according to Godliness, a primer of Reformed doctrine, pg 22). [2] Ronald Hanko, "The Interpretation of Scripture" (Doctrine according to Godliness, a primer of Reformed doctrine, pg 23). [3] RC Sproul, "La interpretación privada", (Grandes doctrinas Bíblicas, pg 29).
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