El rol de la mujer en la asamblea cristiana

En el contexto de la comunidad cristiana, la participación activa y significativa de todos sus miembros es fundamental para el crecimiento y la santificación de la Iglesia. Este principio se extiende a las mujeres, quienes no solo pueden, sino que deben, involucrarse en el pensamiento, la enseñanza y la proclamación de la teología. La Escritura nos ofrece ejemplos claros de mujeres que desempeñaron roles cruciales en la vida de la Iglesia primitiva, subrayando la importancia de su contribución en un contexto de fe, razón y servicio. La colaboración dentro del cuerpo de Cristo debe reflejarse en un orden y decencia que edifiquen a la comunidad, como lo instruye el apóstol Pablo.

Ante la pregunta: “Pastor, entonces ¿Cómo debemos entender el rol de la mujer en la asamblea cristiana?”

Respondemos: La mujer no solo puede sino debe pensar, hablar y enseñar teología.

Ésto lo hace en un contexto de fe, razón y servicio pues todo esto es lo que debe gobernar.

Y en el pastorado, los ancianos son los primeros en servir a la asamblea porque representan a Cristo sirviendo a Su Iglesia, luego las hermanas porque representan a la Iglesia siendo santificada en la verdad, por eso pueden y deben «colaborar» en la santificación de toda la Iglesia.

Romans 16:3 (RV1960)
“Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús,”

1 Corinthians 14:40 (RV1960)
“hágase todo decentemente y con orden.”

1 Corinthians 16:15-16 (RV1960)
“Hermanos, ya sabéis que la familia de Estéfanas es las primicias de Acaya, y que ellos se han dedicado al servicio de los santos. Os ruego que os sujetéis a personas como ellos, y a todos los que ayudan y trabajan.”

En resumen, las Escrituras nos enseñan que cada miembro del cuerpo de Cristo tiene un papel valioso y significativo en el ministerio y la edificación de la Iglesia. Las mujeres, en particular, son llamadas a pensar, hablar y enseñar teología dentro de un contexto de fe, razón y servicio. Este servicio se realiza con un espíritu de colaboración y humildad, reflejando la relación de Cristo con su Iglesia. Los ancianos, como primeros servidores, y las hermanas, colaboradoras en la santificación, demuestran que todos, siguiendo el ejemplo de Priscila y Aquila, y bajo el orden y decencia que demanda Pablo, contribuyen a la edificación del cuerpo de Cristo. La exhortación a sujetarse y colaborar en el servicio a los santos, como lo hicieron la familia de Estéfanas, refuerza este llamado a una comunidad unida y activa en su misión de santificación y servicio mutuo.

Gracia y paz.

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